Cuando intuí la desaparición de los carros como medio de transporte en el ámbito rural fotografiaba todos los que encontraba. Hacía tiempo que no veía ninguno en uso, ya que ello conllevaba el mantenimiento de animales de tiro y éstos eran sustituidos por el tractor y el Land Rover, con lo cual las caballerizas de los bajos de la casa fueron remodelándose para otros menesteres.
Tan sólo unos pocos romántico apasionados de una larga tradición mantenían sus carruajes y animales de tiro en buen estado físico y de conservación para exhibirlos en las fiestas de Sant Antonio Abad.
Me paré a descansar un momento junto a una pared con un pequeño ventanuco que daba aire y luz al cobertizo, cuando un resoplido me hizo dar la vuelta y asomaron las narices de una mula que al parecer añoraba la presencia humana. Tomé la imagen con varias exposiciones para asegurarme el contraste lumínico del negro interior con la textura de la pared, no sin preguntarme por el destino de este animal que en sus días buenos trabajó como tal, y pensé en el retiro plácido o aburrido que le tocaba vivir encerrado en un oscuro cuarto con un solo rayo de luz de tanto en cuando ¿de cuanta añoranza se le podía llenar el musculado cuerpo?