Lavar la ropa a mano en el rio o en los
lavaderos públicos, territorios de uso exclusivamente femenino, dejaron
paulatinamente de ser imágenes cotidianas, ya que la lavadora automática liberó
a la mujer de esta dura tarea, del frío y el cargar la ropa mojada en grandes
cubos de cinc hasta lugares soleados donde secarla.