El paisaje y la población tenía una gran similitud con la que habíamos dejado en Senegal, y nos seguían acompañando en nuestro avanzar los grandes termiteros en el mismo borde de la ruta.
En algunos poblados cercanos al rio Bakoye que desemboca en el rio Senegal se podían ver plateados peces, muy pequeños, que amontonados entre los paillotes se secaban al sol hasta adquirir un tono negruzco, que indicaba (el color) que ya estaban llisto para ser transportados hacía los puntos de venta. Éstos forman parte de los platos locales como el tibudien, aunque pregunté nunca supe el nombre de esos pececillos secos, ya que ellos, a mi pregunta siempre respondían “zum zum” que significa bueno, y lo acompañaban con un gesto con la mano hacía la boca, lo que era evidente que me indicaban que “era bueno para comer”.
El paisaje era cada vez más verde por la proximidad de una corriente acuosa, el parque nacional de Boucle de Baoule y el gran bosque de Bandinn-ko, como el objetivo del viaje era la expedición, y no la contemplación del paisaje, pasamos todo este tramo a la máxima velocidad que nos permitía la pista y al no estar embarrada gozamos de una relajada conducción.
Muy a pesar del ritmo de travesía, en algún poblado tipo Bofoulabé, puede tomar alguna foto de los conductores de “taxis de tiro animal” luciendo sombreros acampanados y de profusa filigrana, muy característicos y típicos de la zona y algunos de los juguetes que los niños africanos, como en muchos otros lugares del mundo, solían construirse y que venía observándolo a lo largo del viaje.