Sus mañanas eran húmedas aunque no especialmente frías, pero los nativos solían sentarse frente a una fogata a lo que fuimos invitados para compartir, con ellos, esos especiales momentos del nuevo día. Tras despedirnos de ellos retomamos la pista, franqueada a ambos lados por una frondosa pared verde, por la que los lugareños compartían camino con los vehículos que circulaban por ella. Tras dejar Bakebe tuve que suplicar la detención del Land Rover para poder fotografiar a una joven vestida con una falda de rafia, descalza, con un pequeño paquete en la cabeza, unas verduras en sus manos. Debo decir que a ella no le impresionó lo más mínimo mi interés y siguió impasible su camino hasta que la perdimos de vista.