Nos dirigíamos hacia el este, hacia Bafwasende, y a muy pocos kilómetros de Kissangani tuvimos que cruzar una zona inundada y luego un precario y peligroso puente hecho con cuatro húmedos troncos de árbol situados en el sentido de la marcha. El día llegaba a su fin, la visibilidad era escasa, y Julius que conducía el Land Rover decidió jugársela. La situación era tan tensa que todos ayudamos a dirigir las ruedas entre los dos troncos respectivos ya que el peligro de caída era casí inminente y como todos tuvimos que echar una mano, inclusive yo, no hay documentación fotográfica. Cruzado el puente conducimos de noche por la pista de la selva durante un largo tramo con la intenció de ganar el tiempo perdido en el puente, hasta que agotados decidimos acampar.
Con la luz de la mañana aparecieron las sorpresas, rasgando la lona que cubría la carga de nuestro Land Rover nos habían robado una parte del material de nuestro equipo, pero lo realmente grave es que también nos habían sustraído la cartera, del interior de la tienda, donde estaban la documentación de los vehículos, los pasaportes y demás documentación personal de todo el equipo, jamás llegamos a entender como lo hicieron, pero éste fue nuestro primer encuentros con los ladrones en África.
Recuperados del primer momento de pánico, analizamos la situación e ideamos un plan. Intuimos que habían sido robados por un estudiante, ya que en breve comenzaba el curso escolar, y pensamos que lo que le interesaba (al ladrón) era hacerse con los papeles y lápices que contenia la cartera. Pedimos al jefe del poblado donde habíamos acampado que nos ayudara en la recuperación de la perdida –jamás hablamos de robo para no ofenderles- de los documentos e incluso ofrecimos una recompensa. Tras muchas horas de espera, las cuales aprovechamos para crear ciertos vínculos y complicidades con los nativos los documentos nos fueron devueltos en mano. Ofrecimos una pequeña celebración en agradecimiento y volvimos a la carretera.