La infernal pista de tierra rojinegra con profundos surcos no cambió en nada cuando dejamos Etiopía y entramos por Gallabat en Sudan. Habíamos previsto una etapa de 155 kilómetros hasta Gedaref, pero las previsiones en África no existen, ya que sabes cuando sales, pero no cuando llegas, nosotros tardamos tres días.
Las ruedas Land Rover no encajaban con los surcos de la pista y el rizado del suelo con profundas ondulaciones, muy cambiantes nos obligaba a incrementar o reducir la marcha y sostenerla, para no cargarnos los amortiguadores. Volcamos tres veces el Land Rover e in situ reparábamos los pinchazos con una bomba de aire manual. También nos las vimos con la rotura de una ballesta y la tracción trasera del Land Rover.
A todos estos percances debemos añadirle que la única agua que encontrábamos era la que extraían los nativos cavando en pequeñas pozas y/o los pozos de los camellos. Agua que, naturalmente, hervíamos y tratábamos de adecentar su sabor con sobres de Citrovit y vitamina C. Nuestra dieta se redujo a alimentos liofilizados que nos había regalo un laboratorio a modo de test, algún que otro huevo y legumbres que podíamos comprar en los escasos poblados por los que pasamos.
Junto con el Poto Poto, en Zaire, la entrada a Sudán fue una de las más duras y puedo asegurar que todos tuvimos que hacer uso de nuestras habilidades y experiencia.
El paisaje era seco, árido… y los escasos pobladores que encontramos vivían de cultivar algodón, legumbres y de sus camellos.