Mi curiosidad me
inducía a fotografiarlo casí todo, pero en honor a la verdad debo admitir que
en aquel momento –los setenta- no era muy consciente de que estaba fotografiando
una época que tenía los días contados, pues era innegable que se avecinaban
grandes cambios en este país.
El fotógrafo no deja
de ser notario de su tiempo y en la forma subjetiva de captar las imágenes
construye una narración de lo que acontece y que le importa, aunque será
necesario el paso del tiempo para que su acta notarial –en formato fotográfico-
cobre relevancia.
Se esperaba la caída de la dictadura y aunque tímidamente
se percibían aires de cambio por doquier. La asistencia a la misa del domingo
–aunque considerable- era escasa, sin embargo con discreción otras culturas
religiosas como la Iglesia Evangelista iban implantándose en nuestro país.