El baobab es el árbol simbólico de Senegal, acostumbra a vivir en zonas pre desérticas con densidad muy baja de vegetación y subsistiendo con muy poca agua. Tiene una forma como si las raíces estuvieran al aire y acostumbra a ser hogar de aves de presa, ya que es una perfecta atalaya en una superficie llana donde acostumbran a crecer.
Su madera no tiene ningún uso como tal, puesto que es leñosa y arde mal, la cultura popular dice “nadie hará nunca una puerta con un baobab”, con lo cual su utilidad se centra en las hojas y sus frutos de forma lacrimosa que consumen como verduras y por sus propiedades medicinales que al igual que de su corteza extraen elementos con principios activos para remedios locales, yo diria que es un árbol farmacia. Este árbol casi siempre solitario muy alejado de formar bosques no dejó de sorprenderme durante el trayecto por territorio senegalés.
A medida que íbamos avanzando hacía el sur la abundante pluviosidad se manifestaba plenamente en el paisaje. Cuanto más al interior viajábamos las construcciones de los poblados eran eminentemente paillotes construidas con un elaborado tejido de cañas muy denso, las paredes de barro y un techado de paja. La forma redondeada de los habitáculos se alterna con las cuadradas. Las paillotes de los poblados conviven codo a codo con los huertos, graneros, plantaciones de maíz y mijo entre grandes árboles y termiteros que con calculado desorden confieren a cada uno de ellos una peculiar característica de urbanismo rural.