Decidimos despedir el equipo, momentáneamente, y tres de nosotros nos desplazamos 630 kilómetros hasta a Dar-es-Salaam, capital de Tanzania, con el propósito de no regresar a Marangu hasta obtener el permiso de ascensión con las “Pikipikis”, pero asegurándonos de que está vez la autorización no pudiera ser rechazada por el guardia encargado de levantar la valla, ya que es lo que en definitiva –por muy que nuestro premisos estuviera en orden- había sucedido.
Nuestro peregrinaje por los distintos ministerios de Tanzania estaba guiado y auspiciado por el embajador español en Dar-es-Salaam, quien nos facilitó la autentificación y validación del primer permiso de ascensión en moto al Kilimanjaro.
El Sr. Mariñas y su esposa nos acogieron con un gran interés y diria que hasta cariño, ofreciéndonos todo lo que oficialmente podíamos precisar. Nuestras largas horas de espera en la embajada las pasábamos leyendo la prensa española, que con retraso se recibía por valija diplomática. Me llamó la atención las notas que el embajador había escrito al lado de algunos artículos, con comentarios y precisiones muy puntuales, en rojo, acerca de la noticia y los datos que en ella se incluían.
El peregrinaje burocrático para ir ascendiendo de sub secretario a secretario del ministro de un determinado sector, que declinava la solicitud, a otro departamento de mayor potestad o competencia más adecuada a nuestra demanda fue laboriosa y agotadora, pero siempre con la esperanza que las gestiones, de notas verbales y directas, del embajador con el ministro correspondiente darían fruto. Después de largos días de espera, peregrinaciones a los ministerios, conversaciones telefónicas entre responsables políticos de Tanzania, el Ministro de Recursos Naturales y Turismo, responsable directo de los Parque Nacionales nos recibió, redactando personalmente el documento que nos daba permiso para la ascensión con moto al Kilimanjaro, y a fin de que no hubiesen más dudas, envió copia a todos los estamento vinculados y muy concretamente al guarda de la barrera que nos había denegado el paso.
Felices regresamos, volvimos a contratar a los porteadores y a Simon Andrea Minja que había rechazado otros trabajos como guia, para poder hacer con la expedición en moto Igualada-Kilimanjaro la primera ascensión en moto al Kilimanya N’jaro, la montaña de los Dioses.