Entramos en Egipto por Aswan y una de las primeras imágenes que nos ofreció el país fueron las lentas y ceremoniosas falúas que surcaban el Nilo a vela entre los pocos y viejos cruceros turísticos con nombres de faraones pintados en sus oxidados cascos. Para circular por Egipto tuvimos que matricular el Land Rover con placas en números árabes. Resuelto el trámite tomamos la ruta que va paralela al Nilo en todo su recorrido hasta El Cairo.
Durante el trayecto observamos como extraían agua para riego con tornos de Arquímedes apoyados en las orillas e inclinados 30º, llenando las acequias de los campos donde cultivaban todo tipo de verduras y hortalizas; a los cortadores de caña de azúcar... pero creo que lo más sorprende (si exceptuamos los templos) fueron los columbarios de varios pisos de altura que nos acompañaron a lo largo del trayecto. Teníamos prisa para llegar a casa, los bolsillos estaban vacíos, el material fotográfico y cinematográfico disponible era escasísimo, el Land Rover pedía a gritos un descanso al igual que el equipo expedicionario que quedábamos y, seguramente, eso hizo que renunciáramos a visitar con la atención que se merecían varios de los magníficos templos y tumbas con que las nos íbamos encontrando por el camino, pues sólo visitamos alguno de los que estaba a pie de ruta, aunque no fueran los más importantes.