Los poblados que íbamos encontrándonos no seguían ningún patrón urbanístico. Los había de cerrados en un circulo, de abiertos con zonas grandes distribuidas irregularmente, pero todos ellos disponían de un espacio central de tierra batida a modo de plaza comunal y en todos ellos, era común las paillottes de barro y paja así como los pequeños graneros familiares ubicados, sin ton ni son, por el poblado y en los más afortunados un pozo comunal de agua.