En ocasiones los creativos de las agencias de publicidad te plantean campañas en las cuales, el mensaje subliminal, de las mismas debe estar implícito en las imágenes. Ante la demanda de “quiero que esté, pero que no esté” una buena solución para afrontar este tipo de encargos es derivar al máximo las sesiones fotográficas hacia una parte técnica-creativa aunque ésta te obligue a llevar al límite los riegos que supone experimentar, fotográficamente hablando.
Debo reconocer que me siento cómodo trabajando al límite de las posibilidades fotográficas, ya que, trabajar al límite, me ayuda a concentrarme y olvidarme de todo aquello que no esté meramente implicado con la imagen y al servicio de ella.
La campaña publicitaria requería dos modelos: una vestida y otra desnuda en una misma toma; ambas debían interrelacionarse, pero sin reproducir una misma pose y siendo la modelo desnuda la segunda en el protagonismo de la captura.
Opté por trabajar con placas de diapositiva con la Sinar 9x12 puesto que podía cargar el obturador tantas veces como precisara (no obviar que no se disponía de la herramienta Photoshop) en una misma placa y el tamaño 9x12 me permitía movimiento en las acciones de las modelos a la vez que posibilitaba encuadres posteriores. Disparaba, casi a ciegas, valiéndome de mi intuición, y una alta dosis de concentración, por saber en que pose las fotografiaba y donde posicionalmente estaban ubicadas ambas modelos, respecto al espacio de la placa en el momento de efectuar los dos disparos distintos que requería cada original.
Fueron sesiones lentas, ya que debía iluminar y re-enquadrar cada modelo (vestida y desnuda) con distintos valores de luz. La modelo desnuda sólo debía intuirse y fusionarse parcialmente con la modelo protagonista, la vestida, debía tener una iluminación adecuada a cada tipo de traje. Para que éste pudiera apreciarse con buen contraste. Iluminé con spots fresnel de tungsteno 3.200ºK y 10Kw de potencia lumínica y disparé con material sensible de luz artificial. Monté dos sets de iluminación en el plató, y con cada uno de ellos disparaba las tomas correspondiente, modelo vestida o no, y siempre con diferentes movimientos encuadres y aptitudes. Realicé cálculos de exposición para cada toma, ya que una sumada a la otra no debían sobre-exponerse, ni-sub-exponerse en la diapositiva final. Trabajé en uno de los platós más grandes de Barcelona, por aquel entonces, ya que precisaba mucho espacio para las dos iluminaciones y para que la luz residual no se sumase a la tela de fondo y así poder controlar la densidad del mismo y la semi-fusión de la modelo desnuda.
Todo parecía estar controlado, el equipo técnico y logístico, las modelos, los colaboradores, las pautas: creativas, estéticas, técnicas e incluso las presupuestarias de la campaña estaban pactadas y aprobadas por ambas partes, pero según con que creativo publicitario se trabaje, todo puede transformarse en papel mojado, y el primer dia de los tres programados así sucedió. Al director ejecutivo creativo no le gustaba el pelo de la modelo desnuda y proponiéndole opción tras opción, para algo que apenas se apreciaba, quemamos parte del primer día, ya que tan sólo pudimos realizar un original fotográfico. La actuación conjunta de la persona responsable de producción de mi equipo y la ejecutiva de cuentas de la agencia publicitaria terminaron con esa irracional e incomprensible situación, pudiendo retomar el ritmo tan necesario en cualquier sesión fotográfica de semejante complejidad.