Llevábamos varios días de travesía por la alta
montaña pirenaica, el ritmo de marcha reflejaba un cierto cansancio y de pronto
el sonido de los cencerros de un rebaño de ovejas quebró el silencio del bosque.
Mi reacción fue rápida, espontánea e intuitiva, me volví y disparé. La
fotografía del pastor en el valle de Llosàs es una de aquellas imágenes que
haces –unos décimas de segundo antes de que se produzca- apenas sin encuadrar y
tomado la luz a ojímetro, pues si la reflexionas sabes que desaparecerá.
La
mente del fotógrafo es como un film virgen al que llega la luz a través de los
ojos, activando los sentimientos, como un proceso químico que da forma en su
cerebro.