Igualada: mi ciudad. El Pilar: mi barrio.
El señor Botines: un vecino fuerte, charlatán y bonachón, casi siempre
descamisado y con amplios pantalones que solía ajustarse con el cinturón
continuamente. Pilar: su mujer delicada, frágil, delgadita y luciendo siempre
un inmaculado delantal. La esparteria: la tienda de tres pisos que ambos
regentaban. La polea con cuerda de cáñamo: el sistema mecánico que utilizaban
para subir o bajar los productos a las distintas plantas.
Los vecinos estábamos acostumbrados al
grito de ¡¡¡Pilaaar!!! para que ésta se asomara al balcón a recoger la carga y
era tan habitual oírle gritar que sus gritos formaban parte del paisaje del
barrio.
Nunca les había prestado atenció, pero un dia decidí fotografiarlos y
añadir a mi archivo una más de las acciones cotidianas que dia tras dia se
sucedían al lado de mi casa.