En la capital de Mauritania nos centramos en buscar una oficina postal para poder enviar el material filmado y los rollos de diapositivas expuestos a casa. Ésta tenia un centro urbano típico de los países árabes, mucha actividad, algunos edificios notables que acostumbran a ser gubernamentales o de empresas extranjeras y una impresionante periferia que fue lo que más me sorprendió. La dura sequia del interior del país había propiciado una emigración importante hacia la capital, Nouakchott, con la esperanza de encontrar algun tipo de trabajo. Éste no estaba al alcance de tanta gente como se había desplazado, convirtiéndose los alrededores de la ciudad en una gran aglomeración de chabolas y tiendas en el más absoluto desorden sin ningun tipo de servicio básico, recordándome los bidonvilles franceses.
En sus playas donde varaban los pescadores de bajura se apreciaba una gran diversidad de etnias, alguna de ellas desconocidas por mi, aunque dominaban los mauritanos, también había Tuculeres de Senegal que ocupan el Norte del país y los vestidos occidentales se imponían a los turbantes.