El rio Níger cruza Bamako y las dos orillas se conectan por un largo puente híper transitado en horas punta. Ésta era una ciudad densamente poblada y bulliciosa con edificios de una o dos plantas de los que sobresalían las mezquitas, los edificios gubernamentales, los hoteles para los turistas, algunos árboles diseminados entre las construcciones. En ella, también, podías encontrar un supuesto campo fútbol más ancho que largo con un árbol y forma de paralelepípedo; sin las bandas señalizadas, el centro bastante desplazado hacía la derecha…
Bamako fue de paso obligado en nuestra ruta, ya que debíamos conseguir diversos visados de países que no tenían representación diplomática en Europa. Conseguir visados en África era tarea lenta: primero hay que localizar donde los expenden; luego debes interpretar la legalidad exigida por del país y por último esperar un largo, muy largo tiempo. Como nosotros éramos un grupo de seis personas los trámites se ralentizaba enormemente hasta que descubrí que yo podia firmar en nombre de todo el equipo, pues lo que les interesaba (al igual que en cualquier otro país) era la tasa que iban a cobrar por la gestión.