El acelerado ritmo de travesía que manteníamos hacía imposible poder disponer de tiempo para algunas tomas fotográficas que me hubiera gusta hacer, como con los Masai. Circulando por su reserva, vimos a lo lejos, sus bajas chozas semicirculares, construidas con un precario armazón de ramas recubierto de barro y excremento de ganado. Nuestros contacto con ellos creo que no llego a más de diez minutos a pie de pista y en swagili. Sí, tengo poquísimas imágenes y me duele, pero nunca olvidaré la fortaleza y personalidad que emanaban por cada poro de su piel.