Los carteles de “peligro elefante” no eran decorativos, pues seguíamos tropezando con ellos, ya que no todos estaban (por aquel entonces) controlados en las reservas.
Era obvió que teníamos prisa por llegar a casa y quemábamos los kilómetros como no os podéis ni imaginar. Había etapas en las cuales no nos cruzábamos con ningún otro vehículo.