En Bondo, a unos 100 kilómetros de la frontera, nos encontramos con el otro gran rio, el Uelé. La humedad ambiental era muy alta y ésta nos dejaba los cuerpos rezumantes. Mientras esperábamos que unos mecánicos a golpe de martillo y con alambre, repararan el bac que nos trasladaría a la otro orilla, el bullicio en el embarcadero era notable. Los nativos, solían, utilizar las piraguas hechas de un tronco de árbol vaciado que, por muy poco dinero, les transportaba a ellos y sus pertenecías.