Habíamos cruzado medio continente africano y no fue hasta haber bordeado todo el flanco occidental del Parque Nacional de Virunga que tuvimos nuestros primeros encuentros con la fauna salvaje.
La pista transcurría por un terraplén cerca de un rio donde había una manada de hipopótamos, ante mis gritos Julius paro el Land Rover. Tomé la Nikon con un tele medio de 180 mm. y baje a toda prisa del vehículo. Los hipopótamos estaban en la otra orilla, no muy lejos, y comencé a tomarles fotos desde el borde del agua. Absorto y emocionado como estaba, no me percaté de que un macho dominante se había fijado en mi (tomándome como un intruso) y sin perderme de vista empezó a nadar directo a mi posición, yo seguia tomando fotos, pensando que bien el hipo interactua conmigo, hasta que el punto de foco se perdió porque el dial no tenía más recorrido, fue en ese preciso instante que me percaté de las intenciones del macho dominante, ya que lo tenía a menos de tres metros y sus intenciones no parecían muy amistosas-. Pocas veces he recorrido una distancia, cuesta arriba, con tanta rapidez mientras los miembros de la expedición me animaban riéndose y gritándome que “por suerte el hipopótamo no tenía reductora para subir la cuesta”.